El día de los cuzqueños se
iniciaba cuando las mujeres se levantaban una media hora antes que sus maridos
a machacar el maíz. A las siete y media, el hombre se ponía uno de sus dos
trajes de lana de llama que el estado entregaba a todos los recién casados. Las
mujeres tenían muchas obligaciones: recoger leña, tejer, cocinar, cuidar a los
niños y mantener el orden en la casa. A las seis de la tarde finalizaba la
jornada laboral de los hombres, sin descanso desde la mañana. Las fiestas en
que participaba la familia eran animadas con instrumentos y
danzas propias de los Andes.
La persona más importante de la jerarquía era inca. Debía contraer
matrimonio con una hermana para mantener la pureza sanguínea de los
descendientes. Sólo se le podía hablar a través de un paño que cubría el rostro
de la persona. Viajaba sobre una litera cargada por sirvientes, quienes,
además, barrían el camino que debían pisar.
La base económica del imperio la constituía la agricultura. La
tierra pertenecía al estado, es decir, al Inca. La parcela
estaba dividida en tres categorías dirigidas a los sacerdotes
y al pueblo. Cada campesino recibía la tierra necesaria para
obtener alimentos para él y su familia.
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